Ayer empecé a escribir una entrada sobre los tesoros que encontré en el mercadillo el domingo pasado, una entrada que no terminé y que hoy se convierte en doble porque esta mañana visité un nuevo mercadillo de los tesoros. Ajá, uno nuevo. Enorme. Y solamente de artículos de segunda mano, porque no importa cuán necesaria sea la ropa interior: ese puesto de bragas a euro le está quitando el sitio a uno de tapetes y vajillas de señora inglesa.
Con éste ya cuento cuatro mercadillos de los tesoros. La urraca que hay en mí grazna de emoción y hace sitio en el nido para sus nuevos, maravillosos y supereconómicos tesoros:
-Un vestido que dejé pasar una vez porque acababa de escribir
este post y estaba muy concienciada con mi renuncia a los vestidos de feria de ganado de Oklahoma, pero qué narices: el vestido tenía un estampado de ¡golondrinas!, era justo de mi talla y seguía esperando a que yo me lo llevara a retozar por los prados.



Tiene pinta de ser de hace dos o tres temporadas, y no sé que ser desalmado se deshizo de él tan pronto pero desde aquí le doy las gracias.
-Éste no lo encontré yo, sino Señores Padres, y me lo compraron porque ese gato es claramente mi Misifú. Hemos decidido colgarlo cual obra de arte en la salita de La Casita Marrón, y nos hace mucha gracia ver a Fufú ahí retratado.

Juzguen ustedes mismos.

-Un platito inglés porque ya sabéis, nunca son suficientes, y un libro fascinante de ideas, consejos y recetas para celebrar fiestas de té con tus amigos. Yo ya lo amo.


-Y cuando vi que en un puesto vendían pins de ¡Parque Jurásico! no me lo podía creer.

Era tanta mi emoción que el hombre me dijo que eran los originales de la película, de
1986, y he tardado más de ocho horas en caer en que la película se estrenó en 1993, ¡si me los iba a llevar igual!
Y ahora me voy a la cama porque me estoy quedando dormida con los ojos abiertos y eso da un poco de grima, ¡buenas noches y que empecéis bien el jueves! ¡Y muchisísimas gracias por pasar por aquí!