domingo, 2 de enero de 2022

Cosiendo el camino: El curso del agua

Bienvenido, 2022, y feliz comienzo de año a quien esté leyendo esto. No voy a hacer balance de estos últimos meses, al menos no aquí, pero sí que hablaré de un proyecto personal que ha cobrado forma durante 2021 y que espero que siga creciendo a lo largo de este nuevo año, porque eso significará que he vivido y experimentado. 
 
 
 

El planteamiento es sencillo y libre: si voy a pasar unos días fuera de casa y de mi entorno habitual, meto en la maleta mi costurerito de viaje -una lata de galletas, como no podía ser de otra manera- y algunos retales y me dejo llevar. Vagabundeo, observo, anoto, dibujo, recojo materiales que me voy encontrando por el camino y lo traduzco todo en una pieza que actúa a modo de diario de viaje, a veces evidente a otros ojos y a veces no. Es una especie de residencia artística individual e independiente y un acercamiento a la psicogeografía; una colección de mapas personales a la que llamo Cosiendo el camino.
 
 
  
 

 
El primero lo comencé en junio bordando una tienda de campaña sentada dentro de una tienda de campaña. Esas primeras semanas de verano se dieron de forma que pasé de estar rodeada de bosques, ríos y trepadores azules que me daban los buenos días en la Serranía de Ronda a coser al atardecer frente al mar en Cádiz -por fin, después de un año y medio sin poder ir-, y de ahí volver al punto inicial, con lo que fue una vuelta simbólicamente completa. El viaje personal me lo reservo para mí, pero el resultado sí que lo comparto de buen grado. 
 
 
 
En El curso del agua hay un retal en forma de luna que encontré haciendo una ruta, cuentas de una pulsera arrastrada por la marea, un trozo de tela que le sobró a mi padre después de hacer los cojines para mi cuarto en Cádiz y un montón de retales de aquí y allá, todos regalados, recuperados o encontrados.

Y ahora, a por un nuevo año lleno de paisajes y puntadas.