Limpieza de Primavera

La otra noche, releyendo El encanto cotidiano de Sarah Ban Breathnach, me di cuenta de que había llegado un momento tan esperado como temido:

La limpieza de primavera.

Ahora que el frío polar parece que se aleja y el sol comeinza a iluminar las cuevas en las que hemos hibernado durante los últimos meses, es hora de abrir todas las ventanas, renovar el aire, limpiar con ahínco y perfumar nuestro hogar con flores, hierbas y especias. Y es que, por muy limpios que seamos todos, cada día nos enfrentamos a un montón de quehaceres diferentes y uno no puede estar sacándole brillo al brillo, menos aún cuando lo único que queríamos hace unas semanas era quedarnos a vivir junto a la estufa o prendernos fuego a nosotros mismos en los casos más extremos.

Es cierto que estas cosas, por lo general, dan pereza y mucha, pero una vez que dejas que el aire pre-primaveral entre en tu casa y agarres el trapo, el cubo o el látigo para domesticar lo que quiera que se haya asalvajado dentro de ese cajón, ya no podrás parar. Y si como yo te encuentras en uno de esos bloqueos que no te dejan avanzar en nada, qué mejor que un poco de orden y limpieza en el exterior para limpiar y ordenar el interior.

Nuestro dormitorio ha sido la primera víctima del frenesí higiénico, y en cuanto cambiemos la ventana por otra que deje pasar más luz y colguemos de una santa vez las cortinas blancas finitas para que las señoras de la calle no tengan por qué ver si la cama está hecha o no, esto va a parecer otra cosa. Las teteras que descansan encima de la cómoda tampoco se iban a escapar, ¡mirad cómo relucen al sol!



Me temo que la cocina y el taller no van a ser tarea fácil, pero cuando terminemos seguro que querremos hacer la croqueta de felicidad en sus limpísimos suelos.

Y vosotros, ¿os animáis a hacer limpieza de primavera?

P.D.: ¡Gracias por uniros a la indignación textil de la entrada anterior, y por vuestras sugerencias!