Hoy he ido de tiendas. Yo, fan absoluta de sumergirme en los montones de ropa de los mercadillos de segunda mano, me he cansado de las túnicas setenteras que no favorecen a éste cuerpo que la Madre Naturaleza me ha dado y he decidido que mis curvas deben ser señalizadas y decir: PELIGRO. Roaarrrr.
Mis últimas visitas a las tiendas de moda "alternativa" tampoco han sido demasiado fructíferas, bien por el tallaje (me han dicho que
Kling va a sacar más prendas de las tallas 3 y 4 para la nueva temporada, ¡viva!) o bien porque el corte de muchos de los preciosos vestidos debe de quedar monísimo en una chica espigada, pero a mí, bajita y croquetuda, me hacen parecer el hada madrina de La Bella Durmiente. Primavera. Ajá.
Así que la opción que me quedaba para evitar que algún niño volviera a decirme "vas vestida como mi abuelita" (verídico) era resignarme y entrar en ese desconcertante lugar que son a veces los centros comerciales.
Lo primero que hice fue ir en busca de un sujetador a.k.a. la segunda misión más peliaguda después de intentar encontrar un bañador nuevo. Quizá debería ir a una tienda especializada, pero como soy más bien indecisa prefiero tener los diferentes modelos y tallas a mano para agilizar tan penoso proceso; ahí reconozco mi culpa. Y que conste que cuando hablo de tiendas especializadas no me refiero a ciertas tiendas cuyo producto principal son los pijamas y la ropa interior femenina. Tengo la teoría de que esas tiendas están dirigidas de principio a fin por hombres, hombres que sólo se juntan con otros hombres y viven aislados en un altísimo risco azotado por el viento desde el cual no se puede vislumbrar silueta femenina alguna. Mis razones:
a) Los sujetadores más bonitos y delicados no están diseñados para la sujección. Me imagino a esos hombre sentados allá arriba, en el risco, diciendo: "eso es, volquemos todos nuestros esfuerzos en diseñar sostenes para las que menos lo necesitan -ojo, que también tienen todo el derecho-; y para ti, tetona inmunda, tenemos este sujetador deportivo en color carne -en casos como éste está justificado echar mano de otra lengua y llamarlo "nude"-, o, si te sientes extra fancy, éste con encajes de corte señorón". Es entonces cuando los señores del risco se echan a reir de forma siniestra, que es lo que aquí abajo conocemos como tormenta seca, cuando oímos el rugido de la Naturaleza pero no cae una gota de lluvia. Siempre hay excepciones, claro: hace unos meses, en la sección de lencería de Dunnes Stores econtré dos sujetadores bonitos y ¡oh! favorecedores. Como todo en la vida, es cuestión de paciencia y trabajo.
b) Un alto porcentaje de los sujetadores lleva relleno. Eso es aceptable en una talla 85, pero si con estos dones de la Naturaleza me pongo una 95 o una 100 con relleno, es probable que mis "amigas" vayan por Albacete cuando yo aún no he entrado en la provincia de Jaén.
c) En el caso de las bragas pasa algo la mar de curioso: la talla M es ligeramente más ancha de cadera que la S, y a su vez la L es algo más ancha que la M. Pero todas tienen el mismo largo de tiro, con lo cual si encuentras una XL ya no sabes si te hallas antes unas bragas o ante una cinta elástica para el pelo.
Fracasada mi epopeya lencera me dispuse a cometer mi segunda osadía: buscar prendas hechas en España. Éste es un dato que pocos conocen, pero cuando J.K. Rowling estaba a punto de finalizar Harry Potter y las Reliquias de la Muerte decidió no incluir la cuarta reliquia: algo fabricado en España. Sí, tuvo que hacerlo porque de haberla incluído el propio Harry hubiera puesto a precalentar el horno para que Voldemort se lo comiera con patatas. Querido Harry, debo decirte que es una misión difícil, pero ni mucho menos imposible. Mirando aquí y allá en una tienda que nunca había visitado encontré una blusa que, para mi sorpresa, estaba fabricada en nuestro país. Era muy bonita, y en mi tono favorito de azul ¿la pega? No estaba muy bien confeccionada y de las dos piezas que había de mi talla, una tenía una pequeña trama en el tejido y la otra un descosido en el cuello. Hubiera sido justo regatear, pero admitámoslo: queda feo y es poco apropiado.
Ante la imposibilidad de encontrar prendas hechas en talleres españoles que hacen frente a la crisis con valentía, opté por abrir mi mente y admitir otros exóticos y bellos lugares de fabricación. Y formulé mi tercer deseo: "¡Quiero algo que me favorezca!". Aquí ya podéis lanzarme piedras y decir que soy una tiquismiquis, pero lo que veía a mi alrededor eran patrones absurdos, cortes imposibles que sólo podrían sentarle bien a una muñeca recortable y tejidos que hacen sangrar las retinas y las yemas de los dedos (he visto un vestido que parecía de neopreno, en serio). Yo soy muy partidaria de hacerme con unas cuantas prendas básicas que me sienten bien independientemente de las tendencias y que pueda ir personalizando y actualizando con complementos, y algunos cortes y asimetrías de los que he visto hoy dudo que duraran un asalto. Por cierto, vuelve el plisado. Ahí lo dejo.
Resultado: he vuelto a casa con una minifalda básica negra (¡qué haría yo sin ellas!) de procedencia desconocida y ganas de matar. Por algo en Hogwarts llevan túnicas...
(imagen de
aquí)