miércoles, 2 de abril de 2014

Cocodrila solo quiere bailar

En una época no muy alegre de mi vida me enganché a los canales de documentales; los había de todas las temáticas imaginables, me distraían de mi melodrama personal y aprendía cosas la mar de útiles, como el modo en que se comunican los cachalotes. Viajaba a varios países cada día y hasta tenía mis reporteros favoritos. Recuerdo que me preocupé un poco la noche que me descubrí a mí misma a horas indecentes aferrada al entretenimiento que me proporcionaba un reportaje sobre una lejana isla habitada únicamente por ratas y cangrejos rojos. 

Creo que era verano y estaba sola y desocupada, así que podía encadenar guías de viaje, recomendaciones de quesos del mundo, documentales sobre el fondo marino y listas de los animales más peligrosos del planeta sin problema. Pero a las dos en punto de la tarde era el momento de Crónicas de cocodrilos. Unos minutos antes me preparaba algo de comer y me acomodaba en el sofá a ver cómo aquel tipo fabricaba una cabeza de cocodrilo, se la ponía y se introducía en el agua para estudiarlos de cerca. Todo esto puede sonar muy patético, pero os diré una cosa: si alguna vez, por avatares del Destino, me veo sumergida hasta la barbilla en un lago en Maine rodeada de cocodrilos, sé cómo mostrar sumisión ante el jefe de la manada y hacerme la buenrollera para salir del paso. Nunca subestiméis un conocimiento. Ni una mala racha: se aprende más de lo que una se imagina.

Los cocodrilos me parecen una criaturas simpáticas. Tienen sus cosillas, como que son escamosos o, no sé, que pueden arrancarte un brazo con sus mandíbulas. Pero en mi cabeza probablemente perturbada por un abuso de purpurina a finales de los noventa/principios de dosmil, la mayoría de ellos son como Cocodrila.





Cocodrila no es tan elegante como las demás bailarinas: sus patas son muy cortas, su cola muy larga y sus enormes garras no caben en las delicadas zapatillas de ballet. Pero a ella no le importa; se pone su tutú rosa, adorna su cabecita chata con flores y baila descalza junto a la orilla del río, ¡Cocodrila solo quiere bailar!








Podéis verla danzar de cerca aquí 


¡Disfrutad del día y bailad aunque tengáis la misma agilidad que un cocodrilo!







4 comentarios:

muchacha zángana dijo...

Oiiii! Qué belleza!
Mira, yo siempre he sido muy pro de los ñus...y bueno, ya sabes como buena documentalista qué pasa. Pero con tu relato y la posterior tierna creación sauropsida, acabo de tomar algo de partido por estos seres.
Su colita floreada y el toto de la cabeza me encantan! :)

Anónimo dijo...

liinda!!!
nunca imaginé una cocodrila muñeca, que creativa Ylenia, quedó genial y que buena historia!!!

Dora Moon dijo...

Siiiii, las florecillas de su cola, y esos ojitos zalameros... Que maja es cocodrila!!!

El ornitorrinco ilustrado dijo...

Como me encantas, haces que cualquiera se pueda enamorar de un cucudrulu (como dice mi abuela ;D) si es que eres amor, y lo transmites en tus creaciones y en tus palabras ;D