Cuando empezamos a vivir juntos, Amorcito y yo teníamos claro que queríamos intentar llevar una vida lo más sencilla y natural posible: consumo responsable, reciclaje + ahorro de energía + todo lo que suponga un bajo impacto en el medioambiente, buscar cosas en mercadillos de segunda mano antes que comprarlas nuevas... La comida es uno de los aspectos que nos gusta cuidar, planteándonos cuestiones como qué comemos, de dónde viene y cuántos de los mil ingredientes que llevan algunos productos no son bienvenidos en nuestro organismo. No siempre es fácil (ni barato) acceder a cierto tipo de alimentos, y a veces nos permitimos caprichos poco sanos como los fideos chinos -de los que soy megafan-, pero despacito y con buena letra se consiguen las cosas.
Y a mí este eco bodegón me hace feliz.
- pimientos verdes del patio de una vecina
- huevos de campo como caídos del cielo; después de mucho tiempo buscando sin éxito un sitio cercano donde los vendieran, el otro día vino un muchacho a ensayar con Amorcito y, sin saber nada de nuestra búsqueda, le regaló una docena de huevos de sus gallinas, ¡me encantó el detalle!
- mermelada de mandarina, pan integral, peras y aguacates del mercado ecológico de la zona. Por si alguien aun no lo sabe, amo los aguacates, los prefiero a un ramo de flores, los comería todos los días de mi vida hasta que la muerte -por indigestión- nos separe, ¡viva el aguacate!
Ha sido nuestra primera visita al mercado ecológico local, porque cada domingo del mes se hace en un lugar diferente y además coincide con nuestros mercadillos preferidos, pero ahora que lo hemos probado seguro que repetiremos.
Y tengo polos de sandía haciéndose en el congelador, ¡ya os contaré cómo quedaron! ¡Feliz (y abrasadora) tarde de domingo!