Lujo

A pesar de lo que nos muestran el cine, la televisión, las revistas de moda y alguna amiga un tanto pija, el lujo es algo la mar de subjetivo. Yo siempre he pensado que uno de los mayores lujos que nos podemos permitir es una ducha de agua caliente: después de una caminata bajo la lluvia con el pelo encrespado y los calcetines como dos submarinos; después de una llorera, de un día malo malo nivel ocho, ¿hay algo más reconfortante que meterte bajo el chorro de agua calentita y salir oliendo a flores?

Casi siempre lo hacemos de forma mecánica y sin prestar atención, pero desde que leí Flor del desierto, la autobiografía de Waris Dirie, a menudo me viene a la cabeza la parte en la que cuenta que, habiendo crecido en el árido desierto de Somalia, le angustió descubrir cómo se escapaba el agua por el desagüe de la ducha.

Hoy he descubierto otro pequeño lujo, más trivial, pero que también me ha hecho ilusión: he recibido el fieltro que compré en etsy hace unos días. Y direis: "pues vaya cosa". Pero es que donde yo vivo es misión imposible conseguir cierta calidad/variedad de fieltro (suelo buscar el que tiene un porcentaje de lana), y ante tal situación de escasez mi querido Javi (me he dado cuenta de que en el blog siempre me refiero a él de esta manera, ya es como un título nobiliario) y yo nos quedamos fascinados al ver imágenes como éstas:


(imágenes extraídas de aquí y aquí)

Sí, varios tonos de cada color, y ningún amarillo hace sangrar tus retinas. Por eso hoy me he puesto tan contenta al recibir dos nuevos tonos de verde (mis ojitos sólo conocían el verde billar) con un tacto que quiero achuchar y reachuchar.



Y así de contenta me voy a darme el lujo del que os he hablado al principio, que falta me hace, ¡hasta otra!