lunes, 19 de julio de 2010

(Breve) Crónica de una cursicampista

El findesemana campestre ha sido genial, y aunque a la hora de volver quise encadenarme a un árbol, construir poco a poco un habitáculo hecho de hojas y ramas y vivir como una salvaje, regresé a casa como una niña buena y con las pilas bien cargadas para empezar la semana.

Resultó ser un camping pequeño y acogedor que desde hace poco regenta una familia muy agradable y con muchos planes interesantes para el lugar, algunos de ellos relacionados con el arte y la música, así que lo marco como favorito y prometo volver.

Estrenamos el mantelito, y gracias a ese gran invento que es el camping gas pudimos tomar café y té calentito por las mañanas



Por la noche encendíamos las velitas y tan a gusto, ¡hasta escuché un búho!



Lo único que enturbió mi paz y felicidad en tan verde y sosegado paraje fue el terrible hecho que sucedió la noche del viernes. Yo volvía del fregadero con los ya relucientes platos de la cena cuando, al ir a guardarlos, vi que un enorme escarabajo se aproximaba a la tienda a toda velocidad, e intenté disuadirlo empujándolo suavemente con la botella de vino, que era lo que tenía más a mano. Y entonces me di cuenta de que no era un escarabajo, sino una araña enorme, y cuando digo enorme me refiero a que podías sacarla a pasear con una correa. Tal era su tamaño que aun a oscuras la vi ponerse de pie para atacarme/defenderse, no digo más. Yo tengo absoluto pánico a las arañas, y aquella era la más grande que había visto en toda mi vida, así que ahí se desató un drama de lloriqueos, quítala de ahí, ay ay ay, fuera fuera y repeluses varios. A la mañana siguiente, después de una noche de pesadillas es las que pumas y leones rondaban nuestra tienda, descubrí que la había matado sin querer, y me sentí fatal porque yo, por mucho que las odie, soy incapaz de matarlas y les pido a los demás que no lo hagan, pero parece que cuando la vi marcharse y me lié a chancletazos histéricos para asustarla y alejarla, ella volvió a la tienda y le di. Ahora tendré que pagar mi deuda con la Madre Naturaleza.

Tras tan dramático incidente, el findesemana continuó de manera apacible, nos bañamos en el agua helada del río y visitamos algunos pueblos cercanos, entre ellos Genalguacil, un lugar en el que el arte está en la calle ¡literalmente!





Y ahora, con la mente despejada y los ánimos repuestos, toca ponerse a trabajar, que ya se me están ocurriendo algunas nuevas ideas...

¡Feliz comienzo de semama!

1 comentario:

honi mun dijo...

Mi niña!!!! Pobrecilla, cuando una es presa del pánico acaba haciendo cosas sin ni siquiera pensarlo... No te preocupes por la araña, no lo hiciste con mala intención... De todos modos, ha sido bastante divertido leer la crónica, aunque para ti tuvo que ser desesperante!!! Yo no puedo con las cucarachas, despiertan en mí unos gritos agudos insoportables!!! Un besito.