lunes, 2 de septiembre de 2024

Quién me manda

 Empecé esta pieza a las tres de la madrugada por razones evidentes.




Que sí, que le falta la tilde en "quién", y ya está corregido pero hice las fotos antes de reparar en ese detalle y si no lo aclaro me moriré.




La fina ironía de usar tela de una sábana vieja


qué Qué QUÉ terrible es querer y no poder dormir, sean cuales sean los motivos. El insomnio me ha acompañado de diferentes formas a lo largo de la vida, y ya de pequeña me costaba horrores conciliar el sueño. "Eres un buhíto", me decía mi abuela, que daba cabezadas en el sofá mientras yo seguía con los ojos como platos.

Pero, dejando a un lado cosas tan mundanas como la absoluta necesidad de descansar para funcionar como un ser humano decente, el insomnio es como vivir dos veces, o como tener dos vidas paralelas: la cotidiana y la que transcurre en todas esas horas en las que deberías estar durmiendo. Grandes revelaciones y momentos que nadie más que una misma debería presenciar han surgido de esas horas intempestivas. Esa vida extra sin las interrupciones propias del día me ha dado, además, la oportunidad de aprender, de acceder a una formación no oficial a base de películas, documentales, textos, canciones que se perciben de manera muy diferente en ese estado de alteración de la mente producido por la falta de sueño. A la luz del día siguiente todo palidecerá un poco como el color de una cortina a la que le ha dado mucho el sol, pero siempre queda un poso y en gran parte estoy hecha de los posos de lo que vi con una claridad inexplicable durante esas horas en vela.



Con estos ojitos lo vi


La noche es de los que se aman, pero también de los que no se soportan a sí mismos ni al mundo y necesitan un descanso, aunque no sea en forma de sueño reparador. Hay sitio para todos.



miércoles, 21 de agosto de 2024

La cuestión

La cuestión es que me gusta escribir; siempre me ha gustado. Los ejercicios de redacción del colegio me parecían una oportunidad divertida, y tuve un profesor, Federico, que nos animaba a escribir nuestros propios cuentos. Después vino la poesía -privadísima-, una vocación periodística equivocada y, con la llegada de las redes, me atreví con un blog personal que me abrió la puerta a muchas personas y anécdotas bonitas. Recuerdo -no creo que lo olvide nunca- que una chica me dijo que antes de dormir le había estado leyendo por teléfono a su amiga lo que yo había escrito. Y ese blog (ya clausurado) es algo que a día de hoy no me explico, porque la realidad es que soy tremendamente pudorosa. Mucho. Un libro cerrado. Incluso cuando escribo en estas páginas, más orientadas a temas creativos, pulso el botón de publicar y siento una vergüenza enorme y un deseo oculto de que nadie llegue a leerlas. 

¿Para qué compartir, entonces? ¿Para qué se expresa una? Supongo que comunicar, compartir, conectar son necesidades humanas. Como receptora, estaré eternamente agradecida a todas esas personas que pulsaron el botón y compartieron con el mundo una idea que llegó a mi y me dio justo en el centro; o a quienes escribieron un libro quizá incluso décadas antes de que yo naciera y me comprendieron mejor que muchas personas cercanas. Es un tema peliagudo, éste de crear, compartir y consumir contenido. Y abrumador. Pero de vez en cuando alguien expresa algo que para ti supone un antes y un después, y eso es mágico. Una sola frase puede ayudarte a salir de la cama, a dar un paso. Las palabras salvan vidas.



Estas palabras no te salvarán la vida pero sí de no comerte un camembert en condiciones


Primer logro desbloqueado: he vuelto a escribir en el blog. Nunca sé cómo hacerlo, por mucho que lo desee. Tengo borradores a medias, tengo piezas con una historia detrás y tengo diarios y más diarios con reflexiones de todo tipo, una costumbre de la infancia que recuperé en 2016 después de leer a Julia Cameron y Susan Branch. El segundo logro es que las puntadas y las palabras se van encontrando poco a poco, y superé la vergüenza infinita de bordar un poema muy breve que escribí hace siglos y presentarlo a la V Exposición virtual de @librotextil (también puedes verlo completo en mi tumblr, enlace a la derecha).




Y, ya envalentonada, me he lanzado a bordar un poema algo más largo y reciente. Es para una pieza que va a estar expuesta en un espacio físico. La osadía.




"El único coraje que importa es el que te lleva de un momento al siguiente", escribió Mignon McLaughlin, ganándose mi agradecimiento infinito. Y yo voy a darle al botón antes de que me arrepienta y olvide esta entrada en el cementerio de borradores.



P.D. Va de confesiones: no me entiendo con la tablet y el texto está alineado como le da la real gana. Lo siento