martes, 9 de abril de 2019

Mi alfombra multicolor

Me parece fatal que a estas alturas todavía no os haya hablado de mi alfombra multicolor, porque es estupenda. Y es que era un proyecto que, cual si fuera una pegadiza canción del verano gestada en los turbios fondos de una multinacional, tenía todas las papeletas para el éxito: está hecha enteramente de materiales reutilizados, ha supuesto un reto a mi paciencia y habilidades y cumple su función a las mil maravillas.



Eh, los hilos sueltos son parte de su encanto

Podría decir que es simplemente una alfombra de trapillo, pero es una de esas palabras que me caen regular y que, además, desmerece a mi ovillo tan amorosamente confeccionado a partir de camisetas viejas, leggins desgastados, medias y calcetines agujereados y algún que otro retal. Ésa es mi parte favorita: haber podido transformar todas esas prendas que ya no podía usar en algo nuevo y útil. Además, muchas de ellas me han acompañado en momentos especiales y es como contemplar un álbum de recuerdos tejidos: la camiseta que llevé a aquel festival, la que compré cuando fui por primera vez al Rastro de Madrid en el apogeo de mi fase neohippie, el pijama que me acompañó tantos veranos. Me temo que la palabra trapillo se queda corta a la hora de describir todo eso.

 



Las dos fases del ovillo: creciente y lleno

Cuando me pareció que tenía un ovillo lo suficientemente grande -ilusa de mí; aun quedaba mucha tela que cortar- comencé de la única forma que conozco: aprendiendo sobre la marcha. Mis conocimientos de ganchillo son muy básicos, y hasta el momento solo había hecho florecitas siguiendo las instrucciones de éste libro, así que a las pocas vueltas de empezar me encontré con que mi incipiente alfombra se convertía en un cuenco. Si hacéis ganchillo experimentado y estáis leyendo esto es posible que os dé urticaria mi método de trabajo, pero después de bucear en internet buscando una solución a mi problema, lo que me resultó más útil fue un tutorial que sugería ir aumentando puntos de forma intuitiva. Intuitiva. Nada podía apelar más a mi corazón y mis dedos anárquicos que esa palabra, y lo cierto es que dio buen resultado.




¿Qué es todo ese festival de telas naranjas y azules? ¡Os lo cuento en la próxima entrada!

Ah, qué felices somos mis pies y yo con nuestra colorida y relativamente confortable alfombra: nos protege del frío suelo en los meses invernales y nos brinda ratos de lectura y costura junto a la puerta de la entrada los días que el sol calienta. Y residuo cero, siempre.


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