jueves, 4 de abril de 2019

Oda al compost: viva la basura viva

Nuestra compostera acaba de cumplir su primer año de vida. Una mañana como otra cualquiera de principios de abril arrojaba con absurda ilusión un puñado de hojas y cáscaras al fondo vacío de un cubo con agujeros.



Mi compostera es bastante menos bonita que ésta; quizá haga otro parche que refleje el modelo cubo de pintura reutilizado


Rebobinando una semana atrás, la idea de compostar residuos me parecía una de esas cosas que hacen otros; no porque no me pareciera genial, que me lo parecía, sino porque pensaba que era complicado, que requería disponer de un pequeño trozo de tierra, que necesitaría comprar un aparatoso cajón, que luego habría que dar salida a la materia compostada... Hasta que un día me dio demasiado cargo de conciencia tirar unas peladuras de verdura al cubo de basura sabiendo que podían y debían volver a la tierra y me animé a informarme un poco para considerar qué opciones tenía. Y vaya si las tenía. Un patio semicubierto y un cubo de pintura de 15 litros al que hicimos agujeros en el fondo y el contorno fue todo lo que necesitamos para empezar.



De residuos de la cocina a sustrato de alta calidad, ¡la magia del compost!


Durante todo este año hemos ido aprendiendo a base de ensayo y error: añadimos un cajón con tierra (que no es más que otro cubo de mayor circunferencia cortado) para ponerlo debajo y drenar los líquidos, y también una maceta grande que hace de compostera secundaria donde depositamos la materia que está prácticamente lista para que termine de descomponerse sin la adición de nuevos residuos; así dejamos espacio libre en el cubo principal. Ahora estamos trabajando en equilibrar la parte seca (hojas, papel, cartón, cáscaras de frutos secos), que está un poco baja con respecto a la parte húmeda (pieles frescas de frutas y verduras) para deleite de las babosas y las mosquitas de la fruta. Y a estas alturas puedo afirmar que no solo es una de las mejores decisiones que hemos tomado en casa, sino que nuestra pequeña compostera es una más de la familia, un ser vivo que cambia y se comunica a su manera y te hace regalos inesperados, como estas tomateras que aparecieron cuando intentábamos cultivar ajos. 





Otra que también andaba preguntándose de qué y de dónde le había crecido una tomatera en su patio es mi amiga Eva Cotilla Cósmica, hasta que caímos en que meses atrás le había regalado una bolsita de compost que, al parecer, venía con sorpresa. En ese momento dudé si era apropiado regalar algo así, pero eso no hace más que confirmar mi idea de que todavía tengo mucho que desaprender.



La tomatera lustrosa de Eva


 ¿Y nuestro antiguo cubo de basura? Pues ahí está, llenándose a velocidad ridícula con el polvo y la pelusa de barrer la casa, algún pequeño objeto no compostable ni reciclable y poco más; como veis, toda una panoplia de ventajas. Si os pica la curiosidad no tenéis más que hacer una búsqueda sobre composteras caseras o compostadores para espacios reducidos, si es vuestro caso. Merece la pena considerarlo.

¡Viva la basura viva!


martes, 26 de marzo de 2019

Dibujar con hilos

Han pasado muchas puntadas desde la última vez que escribí por aquí. Tantas, que casi he terminado uno de los ¡cinco! libros textiles en los que voy trabajando a ratos; éste comenzó con un cuadradito de tela que hice para probar algo inspirado en la técnica japonesa boro, y cuando quise darme cuenta estaba construyendo una mini, mini historia.





A menudo pienso en cómo ha cambiado mi relación con la tela. Hace muchos años, antes aun de comenzar este blog, hacía un tipo de broche que tenía unas pequeñas piernas. Acostumbrada como estaba a coser fieltro, la tela me planteaba nuevos problemas, como el deshilachado; recuerdo cómo cosía las piezas del revés, sobrehilaba los bordes y, no contenta con eso, los encolaba. Me obsesionaban la pulcritud y la simetría. A mi yo de entonces le parecería tremendamente salvaje toda esta anarquía de texturas, hilos al viento y puntadas desiguales, y eso me gusta.




Aun tengo que hacer la portada y la contraportada, montar las páginas y estudiar la forma de encuadernarlo todo, pero el grueso del trabajo ya está listo y me siento satisfecha. O más bien ilusionada. Me ilusiona trabajar en ilustraciones textiles, crear imágenes, paisajes, escenas a partir de retales muy pequeños. Dibujar con hilos.

Espero poder enseñaros pronto éste y otros proyectos de ilustración textil. ¡Buen día!

sábado, 14 de abril de 2018

Marzoabril

La Primavera en Andalucía es muy corta. Me gusta escribir Primavera así, con mayúscula, porque las estaciones son como seres vivos con su personalidad bien definida y siempre parecidas pero diferentes a las del año anterior, probablemente porque nosotros avanzamos siempre parecidos pero diferentes a través de ellas. 

Decía que la Primavera por aquí abajo es corta, o al menos es más corta de lo que yo desearía. El frío del Invierno, que hace que se me encoja el ánimo y me duela la piel, se alarga y a ratos parece que se quedará aquí para siempre como en una de esas películas apocalípticas con moraleja sobre el calentamiento global. Por suerte, y por ahora, no es así, y los días templados llegan y hay paseos y flores y todos los bancos de todos los parques y plazas te piden que te sientes en ellos. "Mañana", dices, pero en uno de esos mañanas el paisaje se habrá vuelto amarillo y seco y las callen arderán hasta la noche. No lo digo con pena: me gusta muchísimo el Verano. Pero, antes de llegar a ese punto, necesito pasar por un proceso de transformación que suele darse en Primavera y que este año ha sido especialmente intenso. 





Los últimos meses han sido tan fríos -todo lo fríos que pueden ser aquí en el sur- que se me helaron hasta las ganas y estuve más de un mes sin coser, por primera vez en más de una década. Lo intenté un par de veces pero mi ansiedad se disparaba. Me costaba un mundo organizarme. Me desilusioné, así en general. No era solo el frío, claro, pero tuve mi propio Invierno. Decidí no forzar las cosas ni pervertir la creatividad con inercia. Acepté un trabajo adicional en el que pudiera funcionar de forma más automática y me limitaba a hacer lo básico y necesario y a leer Crimen y castigo. Pensé mucho y a la vez traté de no pensar en nada. Tomé nota de las cosas que de verdad llamaban mi atención pero las miraba desde fuera, desde lejos. Supongo que no era más que una de esas fases de reajuste que tenemos todos, pero cuando estás dentro se hace larguísima.

 


Si quieres algo, déjalo libre, y eso hice. Con los primeros rayos y los primeros arcoiris en la pared del taller, las cosas se fueron acomodando y fui tomando la iniciativa poco a poco. Me daba cierta tranquilidad retomar proyectos personales que había ido dejando aparcados; algo que me permitiera experimentar sin presiones. Volví a sacar la colcha de retales de flores y la rematé justo a tiempo para estrenarla en un picnic playero con amigos de email y carta que se materializaron como por arte de magia ante mis ojos (¿no os da esa sensación cuando al fin os encontráis con alguien a quien habéis conocido en internet?). Fue perfecto, y perfecto fue el momento en que llegó.






La colcha sigue siendo un proyecto en curso: hice la base y ahora le voy añadiendo apliques, bordados, detalles que tengan un significado real para mí. Esta luna, por ejemplo, la hice justo un año atrás en la playa mientras esperaba para ver la Luna rosa de Abril.




Cuando vamos al campo, meto la colcha en mi bolso gigante y continúo añadiendo puntadas en cualquier lugar; en Semana Santa me senté a bordar junto a un río con una enorme cascada a mis espaldas, en el Charco de la Caldera de Jorox. Cuando fuimos a celebrar nuestro aniversario el pasado Septiembre estaba todo seco. La verdad es que Jorox, tan pequeñito él, merecería una entrada aparte.




Últimamente la Providencia ha ido poniendo en mi camino varios retales sin dueño y voy a añadirlos a la colcha para hacerla más grande. Éste de color mostaza lo rescaté en aquel picnic en la playa, así que trataré de traducir en hilos lo que significó ése día para mí. Recuperar materiales es uno de los propósitos que han ido haciéndose más cada vez más claros; retales de todo tipo, de todo tamaño. Propósito. Era algo que me venía faltando meses atrás y que estoy recuperando a base de desaprender. Se aprende mucho desaprendiendo. 




He retomado otro par de proyectos y uno incluso lo he terminado esta misma semana. Otro día os cuento. Feliz Primavera.


viernes, 29 de septiembre de 2017

Piera Pear


Piera Pear es una pera. O quizá debería decir que Piera Pear es la pera, porque desde que le di la vuelta a la costura y rellené esos mofletes verdes me dio la  impresión de que tiene cara de buena gente. Yo hago mi parte: diseñar, escoger los colores y los materiales, cortar, coser, bordar... pero el carácter siempre lo ponen ellas. Las ves cobrar vida ante tus ojos y desbaratarte las ideas que ya tenías bien afianzadas sobre cómo debían ser. Hay algo de mágico en esto de las muñecas.












Estoy descubriendo nuevas formas de hacer muñecas, no tanto en la técnica como en la actitud con la que me siento a coser, cada vez con menos planes y más abierta a lo que surja. Menos encorsetada. Es mucho más divertido y liberador. 


¡Feliz Otoño!



miércoles, 22 de marzo de 2017

Planes y flores

Ya es oficial: la prima más simpática, la Primavera, está aquí. Repasando mi lista de planes primaverales del año pasado he visto que tengo algunas cuentas pendientes, como visitar el jardín botánico de la universidad o terminar la colcha de retales de flores para hacer picnics. También quiero subir a la ermita a recoger borrajas para hacer cremas y ensaladas, leer mucho en el escalón de la entrada antes de que el sol comience a picar demasiado y terminar de adecentar de una vez por todas el taller.

De momento he cosido muchas flores.




Virginia y su esfinge mayor de la vid (Deilephila elpenor). Según mi guía de campo, la esfinge mayor de la vid "vuela muy rápidamente por las rosas silvestres, cerca de los arroyos, en claros de bosque". Me pareció tan bonito que tenía que bordarlo.








Roberta está inspirada en el Afropunk Fest. Olvida las revistas y las pasarelas: los estilismos más increíbles se ven allí.




¡Feliz Primavera!

domingo, 19 de marzo de 2017

Festival

Estoy descalza sentada en el cuadradito de sol que aparece mágicamente en el suelo cuando abro la puerta de casa. La semana pasada llovió con fuerza y el temporal arrasó la costa que solo unos días antes tenía el aspecto de finales de junio. Esta época del año es así, caótica e impredecible. El cuerpo se da cuenta de que las horas de luz se alargan y pide a gritos salir, respirar, pero quién sabe si lloverá el martes. Aun así, hay flores ahí fuera que no pueden esperar más y te dan una lección: florece ahora. Con lo que tengas. Como puedas.

Últimamente pienso mucho en eso. En hacer. En dejar de esperar. Ayer se lo comentaba a un amigo: vivimos en un momento en que tenemos acceso a todo tipo de información, tutoriales, foros, y tanta, tanta inspiración que llega a saturar. Puedes pasar toda una tarde aprendiendo sobre trazos con acuarela, buscando libros de acuarela para principiantes, consultando cuáles son las mejores acuarelas, llenando tu carpeta de Pinterest de flores de acuarela, pájaros de acuarela, cabras montesas de acuarela, y no llegar a mojar un pincel. Quizá cuando tengas más tiempo, cuando la luz de tu habitación sea la adecuada, cuando ordenes el escritorio y consigas ahorrar para ese maletín de madera tan bonito repleto de las mejores acuarelas, las correctas, las que "hay que" usar.

Por tu bien, por el bien de la humanidad: ve a la papelería, compra el estuche de acuarelas que más se ajuste a tu presupuesto y empieza a pintar. Pinta, escribe, toca los crótalos, monta un club de amantes de los tubérculos, borda la Virgen del Carmen en un juego de toallas. No estoy hablando de acuarelas: estoy hablando de hacer cosas. De no esperar más. Los días no esperan, ni vuelven.

 


Hablo de esto porque soy culpable de lo que acuso. Tengo la suerte de vivir en una casa donde las ideas revolotean y se reproducen cada día, todos los días, pero no siempre se llevan a cabo y acumular sin dar salida es algo que no suele salir bien. Me encantan nuestras conversaciones de después del desayuno de los fines de semana, cuando el cuco sale del reloj a cantarnos la hora y no le hacemos mucho caso, pero me gusta aun más que nos lleven a alguna parte; a alguna maravillosa y divertida, a ser posible. Así que el viernes, aprovechando que era San Patricio y que el equinoccio de Primavera está a la vuelta de la esquina, celebramos un festival. Nosotros, en casa. A veces hemos celebrado pequeños eventos; unas veces hemos invitado a algunos amigos, otras veces nos lo montamos por nuestra cuenta. Cuando no se trata de inversión, sino de diversión, lo único fundamental son ganas, ideas, una fecha y un lugar.



En el Cosmic Paddy Pacheco Fest, que así se llamó gracias a una serie de bromas internas, hubo de todo: comida temática, bebidas de colores, taller de fanzines (¡cuántos meses llevábamos hablando de hacer un taller de fanzines!), charlas, baile, música en vivo, pizza casera.



Ensalada Leprechaun a base de hummus de judías blancas y zanahorias asadas, canónigos, bastoncitos de zanahoria y aceitunas negras.









Os digo una cosa: es lo más divertido que he hecho en mucho tiempo.

Y os digo otra: haced cosas. No esperéis.


sábado, 21 de enero de 2017

El frío Enero

"...dudando si es lo mío
luchando contra el frío"

El Tucán es una de mis canciones preferidas de La Costa Brava, aunque tiempo después descubrí que versionaban a un grupo llamado Kiev cuando nieva. Podría empezar a revolcarme en un montón de recuerdos y sentimientos relacionados con canciones de La Costa Brava, pero no es el momento ni en lugar. De lo que yo venía a escribir es de las dudas y del frío.

Las dudas y el frío son dos constantes del mes de Enero. La duda no tiene por qué ser algo negativo; llámalo incertidumbre, expectación, verse ante algo de lo que solo se adivina el comienzo sin saber a ciencia cierta qué habrá más allá. No soy muy dada a los propósitos de año nuevo, y si alguna vez he hecho listas siempre me han quedado cosas por tachar o se me han ido los planes al traste, pero el primer día del año tuve una sensación de estreno que agradecí inmensamente. Las fechas son solo números que nos ayudan a organizar, a clasificar, y nos facilitan la tarea a la hora de dejar atrás algo que ya fue o de aferrarnos a un acontecimiento de forma más o menos sana. 2016 engloba y significa tantas cosas diferentes como personas hay. 2017 trae sus dudas nuevas, y es tan buen momento como otro para preguntarte si es lo tuyo y dejar de dar cosas por sentado y continuarlas por inercia, por costumbre. Dudar puede ser algo estupendo. Déjate dudar.



Primer dia de Enero: nuevo año, nueva luz


A decir verdad me parece que llevo peor el frío que las dudas. Escribo esto mientras atravesamos una ola de frío como no hemos conocido en años, tanto que es la primera vez que veo las montañas del pueblo nevadas. Yo aprovecho para hibernar todo lo que puedo, y una vez hecho lo imprescindible me atrinchero en casa con tres pares de calcetines y té muy caliente, con varios libros por leer y otras cuantas muñecas y berenjenales textiles que terminar, pero algo dentro de mí empieza a reclamar sol y flores, como en esas ilustraciones en las que se ve el despertar de la Naturaleza bajo la nieve. "Una cosa por vez", me digo. Ahora es el turno del frío Enero.



Comenzar es mas fácil al calor del calendario de Susan Branch que me regaló mi querida Patricia Basher 


Hace poco di un largo, larguísimo y mágico paseo por la playa de Cádiz y encontré algo que nunca hubiese esperado: una concha de abulón. Ni siquiera sabía que habitaran estas costas, y es que al parecer son muy escasas. Alguien me dijo que quizá se trate de un buen augurio.





Feliz 2017 y buenos augurios para todos.