No estaba muerta ni de parranda. Dispersa, eso sí. Cuando me atasco en algo prefiero ir aceptando las ideas como vienen, así que he estado haciendo de todo un poco: dibujando, haciendo collages, aprendiendo a hacer mi primer telar, trasteando con lo que encontraba por el taller, probando unas cosas, intentando mejorar otras. Hasta he vuelto a escribir un poco. Escribir siempre me sienta bien; debería hacerlo más a menudo, pero me puede el miedo tonto a que existan pruebas de mis majaderías y alguien las encuentre y diga "¡ha, ha, tienes sentimientos!"
Por lo demás, estoy en modo veraniego absoluto. De mi idea de verano, claro, que me temo que se asemeja más a la de una adolescente en sus vacaciones del instituto que a la de una moza hecha y derecha como yo, probablemente influenciada por leer artículo tras artículo de Rookie. Maldigo todo lo maldecible por no haber tenido acceso a algo así cuando tenía quince años y muy poca idea de nada.
Así poseída por este espíritu estival y juvenil, me he hecho un collar de sirena. Hace años me regalaron un enorme maletín de abalorios para niños, y un día en que estaba un poco hasta las narices por una cosa que no me salía, hice un parón en la costura y por fin le saqué verdadero partido a mi arsenal plástico.
Y dicho esto, me voy a ocuparme de asuntos tan serios como decidir si le pongo rabo o no a un gato, ¡feliz tarde de martes!