Cada vez que alguien me pregunta cómo empecé en esto del costureteo, siempre cuento la historia (que de hecho mencioné en mi primerísima
entrada) de cuando Misifú llegó a nuestra familia y dormía en una caja de cartón que yo me encargué de decorar con un gatito de fieltro, y que tras ése vinieron otros cuantos gatitos que empleé en hacer broches y en adornarme una camiseta vieja y ya no solté la aguja.
Ayer, aprovechando mi estancia en Villa Progenitores para ejercer de Señora de las Bestias mientras mis santos padres estaban de viaje, saqué la camiseta y me la planté con toda la ilusión del mundo porque me parece la mar de cursi-punk y le tengo mucho cariño.
Encuentra al gato zombie
Y mientras yo posaba risueña con mi pieza vintage, esto es lo que sucedía unos centímetros más abajo (pocos, soy muy bajita)
Se ha comido las plantas, medio botón de mi rebeca, varias servilletas de papel, ha cavado un hoyo como para enterrar al gato y hasta me ha robado los calcetines sucios mientras yo dormía, pero hay que quererle. El otro es un bendito con una paciencia tibetana.
Espero que hayais pasado un bonito findesemana al solete, ¡no cenéis mucho que mañana hay que comerse el lunes!